Por François Soulard – Plataforma Dunia y Michel Volle – economista, Instituto de la iconomía.
Introducción
Desde hace unos treinta años, la revolución digital ha roto los diques que de alguna manera contenían a la economía contemporánea en un cierto equilibrio con los derechos y la justicia social. Comenzando por las desigualdades, la depredación y las nuevas formas de dependencia por la inteligencia de red hasta las contradicciones entre automatización, empleo y sostenibilidad, pasando por las polarizaciones sociales y geográficas, hay muchos efectos disruptivos que hacen tambalear seriamente el edificio del capitalismo y sus reglas heredadas.
La extensión de los efectos nocivos de lo digital es un hecho. Son objeto de controversias en cuyos detalles no entraremos. Aun así, las consecuencias adversas son lo suficientemente fuertes como para reforzar el clima de escepticismo frente a la modernización actual. Como muestran varios estudios1, la opinión pública realmente duda de las promesas anunciadas en torno a las tecnologías de la información y, a fortiori, de la idea misma de dominar el “destino digital” a la luz de los problemas contemporáneos.
Sin embargo, a pesar de algunas reacciones iniciales para frenar los comportamientos digitales más dañinos, nada indica que esta injerencia se atenúe sin reescribir las reglas establecidas. Por el contrario, el tren de la innovación lleva cinco décadas en marcha (miniaturización, objetos conectados, govtech, metaverso, etc.) y la ausencia de una brújula real en cuanto a la orientación del nuevo capitalismo productivo anuncia un futuro tormentoso. El mundo más duro al que nos dirigimos hará que esta orientación sea aún más peligrosa.
A tal efecto, es saludable remontar la oleada de fenómenos generados por lo digital y acercarse a lo que constituye sus fuentes de evolución. Figuras como Von Neumann, Licklider, Tanenbaum, o Taylor, Keynes, Chamberlin, Smith y muchos otros, han mostrado la fertilidad de tal retrospectiva a la hora de forjar determinados modelos de informática y economía. La historia de las técnicas también arroja una luz de largo alcance sobre este tipo de enfoque. Para Stearns, Gille, Caron o Allen, el funcionamiento intrínseco de un sistema técnico modifica la arquitectura del pensamiento, de la producción, de las relaciones con la naturaleza y, gradualmente, del orden social, siendo el desafío de las sociedades dilucidarlos para adaptarse y responder a ellos.
Seamos claros: no se trata de insinuar que las técnicas definen el sentido de la historia y que es inevitable someterse a un nuevo tipo de tecnodeterminismo. Nuestra intención es señalar que el sistema técnico actual reordena poderosamente las condiciones materiales y socioculturales en las que nos desenvolvemos, lo que conduce a un ajuste de las intenciones humanas y los marcos estratégicos.
En este sentido, nuestro incentivo es entender nuestras sociedades en proceso de transición ciberindustrial en estrecha articulación con lo que constituye el corazón mismo de la revolución informática, es decir, el autómata programable universal y las interacciones que este desarrolla con todos estratos de la sociedad. Si bien esta articulación parece obvia, todavía es difícil encontrar corpus teóricos que se esfuercen por ensamblar con cierta coherencia todas las plantas de este nuevo edificio. Aquí y allá los analistas se interesan, con razón, en la gobernanza de los datos y algoritmos, las técnicas fundamentales, la inteligencia artificial, la vigilancia, los mercados bifacéticos, las plataformas, los monopolios, la desinformación, la ciberseguridad, la ética o la sociología de los usos, etc.
Pero la sociedad que se informatiza no es un simple montón de fenómenos compartimentados o de perspectivas disciplinarias. Esta representación ya no es la de la realidad de la informatización que ha irrigado toda (o casi toda) la estructura social a través de profundos cambios cualitativos y organizativos, más aún en los países industriales. Es claro que las mentes son renuentes a dilucidar estos movimientos fundamentales que forjan nuevas bases socioeconómicas.
Por lo tanto, nos parece fundamental abordar esta problemática, tratando de no perder de vista las relaciones de poder del momento. Aquí exploramos cómo la naturaleza de las transformaciones procedentes de lo digital puede contribuir a una perspectiva, si no emancipadora, al menos favorable a un horizonte de justicia social. Este último se abordará tomando prestadas varias nociones desarrolladas por John Rawls, Amartya Sen y Nancy Fraser.
Perspectivas para revincular lo digital con la justicia social
(formato PDF)
- Véase en particular el estudio Trust in the Digital Era del Centro de Investigaciones Pew Research – o Les moins de 40 ans ont peur des algorithmes.