Contribución de Dunia a una lectura transversal de los contenidos sistematizados del foro
1. Metodología
Este análisis se aproxima a los métodos científicos de investigación cualitativa.
- Etapa 1: los relatos de los ponentes de cada sesión generaron un verbatim primario (2.300 apuntes para el conjunto del foro), estructurados según cuatro categorías de análisis, a saber: 1. principales puntos planteados; 2. resumen del moderador; 3. objetivos y perspectivas; 4. principales recomendaciones, completado con otros metadatos (día del foro, nombres de los moderadores, lista de panelistas, temas, categoría de sesión, etc.). Este verbatim de 70 sesiones en total fue editado y plasmado en un repositorio online (Martin George y Enora Bizot) utilizando el software Fichothèque, bajo la forma de una colección de fichas de síntesis.
- Etapa 2: elverbatim de cada sesión se cartografió conceptualmente (mapas mentales) con el programa Desmodo (https://desmographies2.desmodo.net/gsef). Se generan así 70 mapas conceptuales iniciales, distribuidos según las siete temáticas del foro y representado una unidad de síntesis para cada sesión del foro.
Mapa conceptual de la sesión 1SA18 (en francés). El verbatim y los metadatos de la sesión están plasmados en los descriptores rectangulares y ubicados según sus respectivas categorías de análisis (indicadas en la periferia del mapa).
- Etapa 3: se realiza una primera etapa de interpretación del contenido a partir de los mapas conceptuales invertidos, es decir una visualización poniendo una de las cuatro categorías de análisis en el centro reuniendo a los descriptores de todas las sesiones de un mismo tema o de todos los temas. La lectura de este verbatim, visto desde el ángulo de cada categoría de análisis inicial, permite esbozar un nuevo sistema de metacategorías, esta vez basado en el contenido del verbatim. Estas metacategorías se elaboran intelectualmente, mediante la lectura iterativa de los mapas invertidos, con el fin de identificar elementos comunes de estrategia y perspectivas de cambio (o divergencia, ruptura, etc.). De este modo, se llega a 23 ejes estratégicos que expresan una coherencia significativa en el conjunto de los temas (no se conservan las metacategorías demasiado marginales o anecdóticas). Durante esta misma etapa, se elabora una segunda unidad de síntesis para todos los temas, es decir, para todas las sesiones sistematizadas.
Mapa invertido de la categoría Principales recomendaciones (en francés). El verbatim de las sesiones del tema 1 se agrupa en torno a esta misma categoría (en el centro) y se relaciona con la sesión de referencia (en la periferia del mapa).
- 4ª etapa: el verbatim que constituye la base de cada nueva metacategoría de análisis es cartografíado dentro de una nueva generación de mapas conceptuales. Así se obtienen 23 nuevos mapas conceptuales para todos los ejes estratégicos.
Mapa conceptual del eje estratégico A1 (centro). Los verbatims subyacentes a este eje (descriptores rectangulares) se ubican según las sesiones iniciales (periferia) durante las que se expresaron.
- Etapa 5: Del mismo modo, el análisis de los 23 ejes permite identificar nuevas metacategorías. Cinco ejes destacan y dan lugar a este mapa de síntesis.
Cartografía de los 23 ejes estratégicos (descriptores rectangulares) del foro (centro) posicionados en función de los 5 grandes ejes emergentes (periferia).
Este ejercicio de pensamiento inductivo y abductivo no se puede desprender del prisma intelectual, y por tanto subjetivo, del autor que ha elaborado esta interpretación (François Soulard), teniendo en cuenta que, por supuesto, se puede elaborar de forma más colectiva o enriquecer con otros aportes.
Por último, una vez estructurados en forma de cuadro de relaciones (eje 1 -> verbatim1 eje 1 ->verbatim3 eje2 -> verbatim5…), el verbatim primario, los 23 ejes estratégicos y los cinco ejes emergentes pueden visualizarse bajo la forma de uno (o varios) grafos de red utilizando el programa informático Gephi.
Gráfico de red calculado a partir del verbatim primario, las sesiones, los 23 ejes estratégicos y los 5 ejes emergentes.
Ver en formato SVG : https://dakar2023.gsef-net.org/wp-content/uploads/sites/2/2023/07/Untitled.svg.
2. Cinco grandes temas emergentes
De la lectura transversal de las 70 sesiones sistematizadas emergen cinco grandes perspectivas. Esta visión de conjunto, irreductible a la diversidad de las contribuciones expresadas en Dakar, representa menos un consenso implícito de los participantes que una búsqueda heurística de perspectivas comunes susceptibles de dar sentido al conjunto del movimiento.
Adaptarse.
El mundo ha cambiado rápidamente. La COVID-19 precipitó la percepción de un nuevo entorno geoestratégico basado en una fuerte competencia entre los Estados industriales antiguos y los países emergentes, con un fuerte deseo de autonomía, incluso en África. En un tablero multipolar más dividido, fragmentado y desgarrado por conflictos mundiales (Ucrania) o político-religiosos (África), se superponen interdependencias climáticas, económicas o sanitarias (COVID-19) que exacerban las tensiones anteriores, siempre según los contextos locales. La economía contemporánea, transformada por la informatización, acentúa también las desigualdades y la desarticulación de los territorios. Mientras que la ética de la solidaridad sigue resonando con fuerza en este mundo más duro, el marco de lectura construido en torno a la noción de sustentabilidad, abundantemente expuesta en las sesiones junto a otras categorías de la ONU (economía azul, economía verde, etc.), ya no es suficiente para orientarse en este nuevo entorno.
En este sentido, la economía social y solidaria está invitada a posicionarse frente al «mundo del mañana», que se ha hecho tangible. En las sesiones del foro se hizo hincapié en que la economía social está al servicio tanto de estas evoluciones vistas en positivo (mayor autonomía de las naciones y comunidades) como de contribuir a contrarrestar sus aspectos negativos (cambio climático, resiliencia social, integración regional, inclusión, reequilibrio de los territorios). El potencial de la economía social así como su legitimidad, reside en hacer frente a estos retos. El reconocimiento por parte de la ONU de la economía social y solidaria en 2022 hace eco a esta preocupación y abre una ventana de oportunidades.
En este sentido, una de las palabras clave es adaptarse. En primer lugar, a este mundo cambiante, que se ha ramificado en la vida de las comunidades locales de diversas maneras, y en segundo lugar, a las nuevas reglas que traen consigo la economía contemporánea. Nos guste o no, la digitalización ha barajado muchas cartas, revelando nuevos vectores de creación de riqueza, riesgos y oportunidades que hay que aprovechar. Muchas de las definiciones o reflejos derivados del paradigma capitalista dominante, ya sea en términos de enfoques de la informalidad, de financiación, de la tecnologías digitales o de los modos de intercambio económico, por ejemplo, persisten en el difuso mundo de la economía social. Los debates muestran que todos los aspectos de la economía social y solidaria – pensamiento, organización, modos de acción, marcos institucionales- se ven afectados por inercias organizativas, cognitivas, culturales y financieras.
Esta exigencia de adaptación pone de manifiesto una de las razones de ser de la economía social. Como economía estrechamente vinculada a un objetivo político, se «inventa» a sí misma en función de las necesidades y de los objetivos de cohesión que pretende perseguir. Así pues, los obstáculos creados por la matriz económica contemporánea forman parte integrante de la hoja de ruta de la economía social y se convierten en cuestiones que deben abordarse de forma crítica y lúcida.
Combinar unidad y diversidad.
Los debates de Dakar aluden muy a menudo a la idea de experimentación colectiva, es decir al desarrollo de modos de organización atípicos o innovadores. Los debates llevaron esta idea un paso más allá, refiriéndose a la integración de la acción colectiva en una transformación más amplia. El arte de conciliar unidad y diversidad está en el centro de esta ecuación. Anclarse en los conocimientos endógenos, arraigarse en las necesidades a nivel local, apoyarse en los protagonistas de las iniciativas van de la mano de la búsqueda de visiones y marcos comunes y de un desarrollo compartido. Fundalmentalmente, la búsqueda de la unidad va de la mano con el «crecimiento en diversidad». No se trata tanto de «copiar y pegar» recetas existentes o de aplicar recetas ajenas que se superponen a las realidades existentes sino de desarrollar respuestas de abajo hacia arriba, reuniendo un mosaico de actores y experiencias.
Como se subrayó en algunos de los talleres, este modus operandi representa un salto cualitativo. ¿Cómo aumentar la pluralidad de formas de la economía social reforzando al mismo tiempo el alcance de objetivos comunes? Esta búsqueda de un juego de suma positiva entre unidad y diversidad alimenta un vínculo creativo entre lo local y lo global. De ahí la importancia de los procesos flexibles y de aprendizaje, más que de la reproducción de formas institucionales preestablecidas. Los mecanismos de diálogo, la co-construcción de iniciativas y la inteligibilidad territorial se promueven así como modos de acción prioritarios. El territorio – o la comunidad – es considerada como la escala por excelencia de la economía social, concebida a la vez como un nivel de acción y un enfoque a privilegiar en las iniciativas. Algunos talleres han ido más lejos, pensando los territorios como un nuevo actor colectivo junto al mercado, el Estado y la sociedad civil.
Como consecuencia de esta dialéctica, es necesario reflexionar de forma creativa sobre la manera de llevar a la práctica los marcos de acción tales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) u otros marcos nacionales de la economía social. Una vez más, resulta contradictorio transponer «verticalmente» dichos marcos y sus herramientas inducidas a las realidades territoriales.
Desde este punto de vista, la esencia de la ESS parece ser una forma flexible de desarrollar proyectos en respuesta a las necesidades locales, en un espíritu de subsidiariedad con los niveles superiores de gobernanza.
Otra consecuencia de esta filosofía de actuación es el desarrollo de capacidades, el apoyo y el intercambio de experiencias y la creación de redes. Estas cuatro líneas de actuación se enuncian alto y claro en el modus operandi del «ser colectivo organizado» de la economía social y solidaria. La naturaleza compleja de esta economía requiere un ecosistema de apoyo y un aumento de la capacidad de los agentes, especialmente en términos de conocimientos como lo veremos más adelante. El intercambio de experiencias y el trabajo en red son la forma de construir un aprendizaje pertinente a partir de las experiencias, y de articular las escalas de acción.
La insistencia, poco explícita en las sesiones, en esta relación unidad-diversidad sugiere, sin embargo, que la economía social evoluciona en un vacío teórico y praxiológico sobre esta cuestión. El peso concedido a este eje en los debates de Dakar aboga a favor de una mayor inversión intelectual en la materia.
Relacionar y articular.
Algunas sesiones compararon la economía social y solidaria con una economía de «manos estrechadas». En efecto, la construcción de alianzas y de asociaciones fue una constante en los debates y recubre diferentes dimensiones. Por un lado, permiten hacer escalar la economía social. Se trata de buscar la cooperación profesional e internacional para reforzar los procesos de transformación y aspirar a un cambio de escala, o al menos a una articulación de las escalas de acción. Por otra parte, la creación de asociaciones se ve como la sustancia misma de los procesos de economía social. Aquí y allá, las experiencias hacen hincapié en el hecho de que se construyen sobre la base de las relaciones. Poner en contacto a actores localmente separados debido a la ausencia de políticas públicas o al tropismo de los modelos de desarrollo, y vincular cuestiones que permanecen compartimentadas debido a la estructura en «silo» de la matriz sociopolítica son dos componentes esenciales de los debates.
Situada en la perspectiva territorial destacada anteriormente, la economía social y solidaria adquiere entonces un significado más profundo: el de brindar herramientas para reconstruir la coherencia horizontal de los territorios sometidos a nuevas dinámicas de desarticulación – y a la inversa, de relocalización – en la actual fase de globalización. De hecho, la economía social converge con otros enfoques que comparten este objetivo de restauración de coherencia: soberanía alimentaria, comercio local y circuitos cortos, finanzas participativas, democracia y ciudadanía locales, software libre y tecnologías apropiadas, intermunicipalidad, migración, integración y cultura empresarial, responsabilidad local de la industria y las empresas, etc. Los talleres reafirmaron, de forma más o menos explícita, que estos ámbitos de actividad son susceptibles de trabajar en pro de una misma política de cohesión horizontal de los territorios, lo que implica disponer de una visión, de marcos y de procesos de movilización para generar estas sinergias, siempre complejas para establecer. La insistencia de las sesiones en una cooperación que va mucho más allá de la delimitación temática de la economía social muestra que esta aspiración a reunir a los actores se refiere a una verdadera política de creación de sinergias entre territorios. Se ve en ello un medio de dar mayor contenido político a la economía social y solidaria.
Como corolario de esta línea de fuerza, es necesario por tanto, como sugieren muchas de las áreas temáticas, estimular los procesos de movilización y promover la participación activa. En las sesiones, se sugirieron muchas formas diferentes de participación, siempre en función de los contextos en los que están arraigadas. También en este caso, la búsqueda de la participación por parte de los distintos protagonistas responde menos a una obligación de medios (conformidad) que a una obligación de resultados (creatividad de los procesos). Lo importante no es la forma de participación adoptada, sino la pertinencia del proceso para garantizar su arraigo social, la participación activa de los protagonistas y la autonomía de las iniciativas.
Estos procesos, particularmente exigentes en términos de inteligencia y de energía colectivas, implican una fuerte transformación de la práctica y de la percepción dentro de las culturas estratégicas.
Aprender y desarrollar las competencias.
Saber adaptarse, actuar en un contexto de gran diversidad, unir sus fuerzas con otros y transformar. Este continuum, aparentemente trivial, surge claramente del foro. El imperativo del conocimiento se expresa desde tres ángulos. En primer lugar, las formas en que se desarrolla el conocimiento en la economía social deben estar en fase con la naturaleza de los procesos implicados. Una vez más encontramos la búsqueda de la pertinencia, es decir, la coherencia entre los fines y los medios. En otras palabras, no puede haber enfoque territorial, dinámicas asociativas y participativas o, simplemente, una comprensión detallada de los procesos de la economía social sin un enfoque constructivista, sistémico, interdisciplinario y pragmático, sin un ir y venir entre la acción y la reflexión o entre un contexto particular y una visión de conjunto. Esto exige una renovación epistemológica.
De hecho, estos métodos implican ante todo una deconstrucción de los modos de conocimiento dominantes. Las sesiones del foro Femm’ESS muestran claramente cómo los proyectos de economía social tienen que enfrentarse a todo tipo de estereotipos y prejuicios que contribuyen a mantener la segregación de los actores. Estos métodos más apropiados (investigación-acción, colaboración, alianzas investigador-actor) deben aplicarse también a la investigación científica, muy solicitada en las sesiones como medio de apoyar la creciente inteligencia de la economía social.
En segundo lugar, la renovación cualitativa de los procesos cognitivos va acompañada de un esfuerzo cuantitativo de formación. De la escuela a la universidad, de la sociedad civil a los proyectos de economía social y solidaria, se trata de generar una dinámica de formación capaz de poner a los actores en condiciones de comprender y emprender, movilizando dimensiones técnicas y organizativas, lo que no es necesariamente sinónimo de conocimientos académicos tradicionales. La formación se refiere al sentido más movilizador de aumentar las capacidades individuales y colectivas para actuar en un contexto que exige transformaciones exigentes. El intercambio de experiencias, como vimos anteriormente, es uno de los enfoques cognitivos que deben fomentarse.
Por último, como prolongación de estos últimos puntos, las sesiones pusieron de manifiesto una falta de conocimiento que permita comprender el alcance de las transformaciones provocadas por la economía social. Es necesario desarrollar la medición y la evaluación del impacto en los proyectos de economía social, lo que conduce también a innovar en las metodologías de estudio. La evaluación de los proyectos está convocada a responder menos a un ejercicio de calificación objetiva que a un factor de inteligencia colectiva que favorezca el aprendizaje.
Por último, se menciona el intercambio de información como factor que condiciona la coordinación entre los actores.
Instrumentar y diseñar el cambio.
Los cuatro ejes estratégicos anteriores implican una serie de cambios especialmente complejos de aplicar, lo que plantea inevitablemente la cuestión del ser colectivo capaz de impulsar semejante agenda de transformación. ¿Debe el movimiento de la economía social y solidaria consolidarse confiando en la difusión y acumulación espontáneas de una multitud de iniciativas locales? ¿O debería elaborar una hoja de ruta estratégica para guiar la imaginación, aprovechar las oportunidades y centrar la acción en determinadas iniciativas? Aunque el tamaño del foro hizo difícil explorar esta cuestión en detalle, los participantes parecen inclinarse por la segunda hipótesis. En resumen, la economía social, además de conocerse mejor a sí misma, necesita ahora ser más exigente a la hora de diseñar cambios dentro de los sistemas en los que opera.
Desde esta perspectiva, se han identificado cinco temas clave: el compromiso a largo plazo; la vinculación de diferentes escalas; la estructuración de las iniciativas; la construcción de modelos; y la provisión de herramientas (culturales, jurídicas y financieras). Establecer una perspectiva a largo plazo y vincular diferentes escalas son, de hecho, dos temas que confluyen en la medida en que en ambos casos se trata de construir relaciones entre diferentes escalas. En el caso de la primera, se trata de escalas temporales (el presente, o incluso la urgencia con la que se tejen los proyectos, el medio plazo y el largo plazo). Escala de gobernanza para el segundo (localidad, provincia, estado, región, mundo). El énfasis puesto en el largo plazo indica una debilidad a este nivel, mientras que las escalas nacional e internacional parecen ser las prioritarias en términos de nivel de acción política.
La estructuración de las iniciativas, en la que se hace mucho hincapié, es un vector preferencial para consolidar las iniciativas y favorecer los cambios de escala. En contextos donde la economía social es percibida aún como muy embrionaria, los participantes abogan por la creación de marcos de concertación, procesos nacionales e internacionales, la formalización de cooperaciones y la institucionalización de iniciativas (cooperativas, grupos, asociaciones, empresas, etc.). Pasar de la informalidad a un marco institucional es importante para escalar las iniciativas. Pero la atención se centra sobre todo en los procesos que conforman esta estructuración, considerándose más significativo el poder movilizador de la agenda, los métodos de trabajo y los proyectos conjuntos llevados a cabo en red que cualquier configuración institucional.
De ahí el papel que desempeñan los modelos de economía social, que encarnan su promoción y proyección en la sociedad. ¿De qué manera la economía social ofrece una alternativa y aborda los problemas macroeconómicos? ¿Qué riqueza aporta y qué relevancia tiene su dimensión social? Como ya se ha mencionado, el modelo de economía social que surgió de las sesiones es el de una economía comprometida con la reconstrucción de las relaciones y la coherencia en los territorios, arraigada en las necesidades socioeconómicas locales y que funciona según modalidades organizativas que permiten alcanzar simultáneamente los objetivos de creación de riqueza, inclusión, ciudadanía, participación y articulación de los sectores de actividad.
Por último, las herramientas culturales, financieras y jurídicas son dos caras de la misma moneda. El apoyo financiero pretende respaldar ecosistemas que permitan a las iniciativas de economía social surgir y hacerse sostenibles, de forma adaptada a sus realidades y no calibrada según los criterios tradicionales del mercado. La creación o el refuerzo de marcos jurídicos para la economía social es un requisito previo para el reconocimiento y la posterior estructuración de los actores. Por último, la dimensión cultural se refiere a los métodos que deben desplegarse para emprender las transformaciones culturales que acompañan a la economía social y solidaria.