Internet y el espacio digital han impulsado un fantástico salto en una nueva era de enfrentamiento comunicacional. Más allá de ciertas bases ideológicas libertarias vinculadas a la formación inicial de Internet, es un hecho que la misma libertad que rige este espacio de intercambio habilitó el auge de una nueva arquitectura de ofensiva cognitiva. Elevar el conocimiento sobre esta arquitectura en un mundo que reescribe su partición de la conflictividad se vuelve un eje de trabajo esencial para los comunicadores y los medios libres.
Desinformación, manipulación y clima de hostilidad
Entre los múltiples síntomas que derivan de esta conflictividad, la desinformación mediática se ha vuelto probablemente el fenómeno más visible y debatido estos últimos años. La problemática se ha instalado en la agenda a partir del año 2016 a través del episodio del Brexit y de la elección de Donald Trump en los Estados Unidos. A partir de 2019, la pandemia, en eco a otras crisis anteriores (Siria a partir de 2012, Ucrania en 2014, Birmania en 2015, Brasil en 2016), dieron un nuevo alcance internacional al fenómeno, incluyendo una dimensión de defensa y de seguridad con la multiplicación de ataques a los sistemas comunicacionales o las injerencias externas en los escenarios electorales.
Las manipulaciones mediático-judiciales han sido otro fenómeno conexo en el ámbito político y económico. Los dos escándalos Odebrecht y Lava Jato iniciado en América Latina, luego extendido a Europa y África, desencadenaron un verdadero barrido de centenares de responsables políticos precisamente en un momento en que el ciclo político latinoamericano alteraba el equilibrio de la pax (norte)americana1. Lejos de ser emprendidas solamente por sectores conservadores o reaccionarios bajo el lema de la lucha anti-corrupción, este tipo de manipulaciones en las que el componente mediático ha sido determinante, fueron implementadas en otras circunstancias y por distintas fuerzas políticas, cualquieras sean su color político2.
Además, en el telón de fondo social, podemos observar en varias sociedades abiertas una nueva atmósfera de confrontación difusa de mediana intensidad, manifestándose a través de una mayor agresividad arraigada en las fracturas o vulnerabilidades internas de la sociedad. Las interacciones que se dan en la esfera digital atizan esta suerte de hostilidad hobbesiana de todos contra todos. Según los escenarios, los flujos de información, transformados en cajas de resonancia o vector de manipulación, van moldeando una percepción modificada de la realidad. Trabajan para alterar en el tiempo la legitimidad de las autoridades (o de ciertas referencias sociales) y agudizar las radicalizaciones. Si bien todos los ciudadanos son potencialmente partícipes de este espacio, un abanico muy diverso de actores ha sido identificado en los comandos de este tipo de agitaciones.
Un nuevo panorama de confrontación informacional
Estas tres modalidades brevemente mencionadas no pretenden sintetizar la larga lista de los procesos de influencia. Otras observaciones tales como los informes del relator especial de Naciones Unidas sobre la libertad de expresión dan una idea de la geometría de estas problemáticas ahora generalizadas a nivel global3. Pero tienen el mérito de resaltar en tres planos las marcas de una nueva época comunicacional. Si la búsqueda de persuasión o manipulación de por sí no es novedosa, lo inédito radica más bien en la intensidad, el grado de articulación y los impactos de esta nueva conflictividad entramada en lo informacional. En una palabra, lo nuevo es el uso ofensivo de la información y su generalización en un espacio comunicacional que se relaciona más fluidamente con todos los demás planos civiles, sociopolíticos, militares y económicos. De algún modo, la crisis de desinformación iniciada en los últimos diez años bajo el lema de “era de la posverdad” ha sido el revelador de esta nueva fisonomía de maniobras de poder y de influencia en el cual muchísimos actores ya están aprendiendo a jugar su partición.
Esta creciente hostilidad no es una problemática periférica actuando al margen de un espacio de comunicación pública que ya venía muy modificado por la emergencia de las redes informáticas a partir de los años 1980. La escala, el umbral, los actores y la profundidad alcanzada tienden a demostrar que hay un salto cualitativo respecto a la fisionomía anteriores. En este sentido, comunicar en el espacio público se ha vuelto un campo de batalla en una suerte de jungla cognitiva4 que apela nuevas habilidades. Implica un conocimiento ampliado y una orientación estratégica. Supone una mejor inteligencia de la influencia y de las relaciones de fuerza. Requiere poder analizar los contextos generales y particulares, anticipar las percepciones posibles de un contenido, planificar un proyecto de comunicación teniendo en cuenta los riesgos y las oportunidades. En términos de políticas públicas, implica nuevos esquemas institucionales y formas de cooperación desde lo educativo hasta la dimensión de la seguridad. Los comunicadores de los países emergentes donde las pujas económicas y culturales son agudas conocen intuitivamente estos resortes.
En la época anterior a la revolución informática (1975) y luego de plena hegemonía norteamericana, Lebon, Chomsky, Herman o Bernays, entre otros pensadores, habían contribuido a describir la fisionomía de la manipulación de las masas y de la fábrica del consentimiento colectivo. Hoy, con un orden liberal fisurado por un modelo de predominio cultural excesivamente monolítico y la puja de muchos actores emergentes, estamos transitando otro tipo de disputa cognitiva, con nuevas modalidades de ingeniería de la información y alcances biopolíticos. Se trata de una conflictividad irregular, librada en red y en múltiples terrenos, que sigue una línea semejante al concepto de “guerra híbrida” enunciado en los años 1990 en el ámbito militar. Es conceptualmente difícil de abordar porque ensambla varios campos de conocimientos y no es reductible a una sola disciplina académica. La salida de la bipolaridad en 1990 y los profundos cambios del tablero geopolítico y geoeconómico son clave para entender este giro en la conflictividad.
Por este motivo, si bien la idea de conflicto híbrido sigue siendo enunciado frecuentemente tanto en el norte que en el sur, no quita que su aprensión parece todavía lejana. En general, la lucha contra las ofensivas informacionales en las democracias occidentales ha sido abordada de forma retrasada y segmentada. Del mismo modo, para muchos oprimidos gravitando en contextos de comunicación concentrada, las respuestas tienden también a ser fragmentadas y no se terminan de entender las ventajas asimétricas que ofrece la comunicación moderna. En efecto, un dominado puede perturbar seriamente a un actor dominante si emprende una ofensiva o si se defiende mediante una contra-influencia inteligente. En este terreno también, la comunicación en red ha hecho evolucionar la lógica de potencia. La realidad da ejemplos cotidianos de actores que supieron entender estas lógicas para ganar batallas de influencia5.
Actualizar la hoja de ruta de los comunicadores
Este panorama es en parte un hito nuevo para los comunicadores y los medios libres. Por un lado no lo es porque muchos medios libres nacieron precisamente de las entrañas de esta conflictividad. Muchos de ellos materializan un proyecto de resistencia comunicacional o de contra-información en un contexto determinado, tratando de poner a su ventaja la relación dominado-dominante habilitada por la comunicación contemporánea. Así nacieron resistencias comunicacionales y medios libres durante el periodo neoliberal post-1990 en América Latina, las revoluciones árabes (2010-2012), la crisis financiera del 2008 en Europa y Estados Unidos o el ciclo intervencionista norteamericano en Medio Oriente (2001), y así sucesivamente por mencionar solo a estas grandes etapas históricas.
Pero por otra parte es algo nuevo porque, como lo hemos mencionado, la gramática de esta conflictividad ya ha generado sus hechos cumplidos por debajo de muchos radares perceptivos y organizativos. La ola de radicalización interna y de medidas liberticidas de parte de varios gobiernos da testigo, incluso en los Estados Unidos donde se forjó la idea de sociedad abierta, de un repliegue defensivo. Las agendas de los comunicadores populares o libres han puesto en la mesa las cuestiones esenciales de democratización de la comunicación (infraestructura, código, contenido y gobernanza), de la adecuación de marcos regulatorios, del uso de las nuevas tecnologías y de sus nuevas amenazas, así como también de contra-influencia en materia de contenido y narrativa. También visibilizaron los nuevos peligros de la exposición de los comunicadores y rechazaron la militarización del espacio informacional. Pero rara vez han podido perforar la superficie de este nuevo paisaje de disputa comunicacional, y menos aún esbozar la construcción de un marco conceptual capaz de interiorizar esta gramática. Muchos otros sectores en realidad, de las empresas a la sociedad civil pasando por los responsables políticos, han subestimado esta cuestión. Tanto la falta de preparación, como las culturas estratégicas y las inercias ideológicas han frenado este esfuerzo.
Entender y actuar más a fondo en este panorama es clave por dos motivos. Primero existe ahora una espada de Damoclès colgada encima de las libertades y de las democracias. Es necesario defender los fundamentos de las sociedades abiertas y plurales que por definición están más expuestas a las armas cognitivas. El avance de los neofascismos, de los reflejos reaccionarios o de otras conductas que van en el sentido contrario al estado de derecho está dando una alerta en este sentido. Segundo porque la información libre y crítica es un ingrediente vertebral para mantener a flote el contrato social y la diversidad democrática, mucho más que la criminalización de las opiniones rivales o la polarización en campos opuestos. Resolver las hostilidades informacionales por una cesárea a nivel de los contenidos y de los portadores de miradas antagonistas puede ser sinónimo de avalar las estrategias que apuntan al objetivo de erosión social. En definitiva, este panorama demanda a los comunicadores y los medios libres que se movilicen alrededor de una agenda activa y ofensiva.
- Manipulaciones informacionales en las crisis de corrupción en América Latina? https://www.ege.fr/infoguerre/2018/06/manipulations-informationnelles-crises-portant-corruption-amerique-latine
- A modo de ejemplo podemos citar: la actual campaña emprendida por el partido político del MAS en Bolivia para recuperar una legitimidad política luego del derrumbe de noviembre 2019 a través de la narrativa del golpe de Estado (combinando desinformación acompañada por algunas redes internacionales, victimización y acoso judicial del adversario); la campaña local e internacional de desgaste del candidato indígena Yaku Pérez durante la elección presidencial de febrero 2021 en Ecuador (con la participación de organizaciones internacionales de izquierda y de derecha); la represión y descalificación de las figuras de la oposición política en Nicaragua por el gobierno de Daniel Ortega…etc. Ver también http://www.barril.info/fr/actualites/y-a-t-il-un-complot-judiciaire-contre-la-gauche-en-amerique-latine
- https://undocs.org/es/A/HRC/47/25
- El término es de Christian Harbulot, fundador de la Escuela de guerra económica en Francia.
- Por ejemplo Irán (con la negociación del Plan global de acción común), Alemania (influencia de la Unión europea), Estados Unidos (en varios temas), Venezuela (statu quo alrededor de la polarización política actual)…etc.