¿Los inicios de una renovación estratégica en América Latina ?

 

La elección de Javier Milei dio un vuelco al panorama político argentino desde finales de 2023. ¿A qué se debe la irrupción de un outsider de estas características y en qué contexto latinoamericano se está produciendo? Esta pregunta fue abordada por los cuatro referentes intelectuales y políticos, Alejandro Peña Esclusa, Ernesto Araújo, Emilio Martínez Cardona y Nicolás Márquez que se reunieron en diciembre de 2023 a ocasión del webinario «Multipolaridad, democracia y despertar estratégico».

Desconocido en el panorama político, Javier Milei surgió en clara reacción a un contexto social deletéreo, marcado por un 50% de pobreza y unos indicadores económicos que rozan los de un Estado al borde de la bancarrota. Agrupando a una derecha más radical, libertaria y conservadora, su coalición logró arrebatar en las urnas a sus dos principales oponentes de la izquierda kirchnerista (Unión por la Patria) y de la izquierda centrista (Juntos por el Cambio). El reto al que se enfrenta actualmente el gobierno es deshacerse de la trama «progresista» que ha estado en la raíz del estancamiento político-económico de las dos últimas décadas y sentar las bases de un cambio de rumbo, creando una estructura política y territorial – por ahora precaria – capaz de llevarlo a cabo.

El inicio de este proceso “contrarrevolucionario” en Argentina, todavía incipiente e incierto, está relacionado con la evolución a medio plazo de la matriz política latinoamericana que los cuatro ponentes subrayaron sucesivamente. Después de 1990, la evolución de la globalización y la reconversión del castro-comunismo reformularon las fronteras trazadas entre la esfera política, las bases republicanas, el capitalismo de connivencia y el crimen organizado. En Brasil, Ernesto Araújo recurre al término de “dictadura del corruptariado» para describir la convergencia entre la izquierda antirrepublicana – y parte de la derecha-, ciertos sectores oligárquicos y la economía ilícita, en conjunción con otros actores que ayudan a cimentar dicho régimen (el poder judicial, los medios de comunicación y el empresariado funcional). En Bolivia, las garantías constitucionales han sido erosionadas por el Movimiento al Socialismo en pos de emprender maniobras ilegales (fraude electoral en 2019) y perpetuarse en el poder. Su economía, en situación delicada, ha evolucionado progresivamente hacia la de un narcoestado basado en la economía del narcotráfico, con cerca del 90% de la producción cocalera dirigida al mercado de droga. En Venezuela, esta economía ilícita se ha convertido en un factor determinante para compensar la vulnerabilidad económica de una dictadura desgarrada por las luchas entre facciones rivales, siendo uno de los episodios más recientes la detención del ex-vicepresidente Tareck El Assaimi. En Argentina, una usurpación más sutil del edificio democrático-republicano se ha profundizado en la última década, dando lugar a un creciente vínculo con la economía ilícita y a un desvío de riqueza estimado en el 30% del PIB anual.

Varias consideraciones estratégicas ayudan a explicar esta situación regional y los niveles de depredación observados. Como lo recalcaron los participantes, el escenario político regional remite menos a una simple contienda entre fuerzas políticas aparentemente opuestas que a una competición más profunda entre matrices políticas antagónicas en las que la tradicional división derecha-izquierda o el color ideológico ya no son marcadores significativos. El carácter violento, expoliador, subversivo o autoritario de los proyectos progresistas que llegaron al poder a partir de la década de 2000 -aunque este modo de acción no sea su monopolio- ha penetrado en ciertos partidos tradicionales, en corrientes ideológicas “compatibles” y en discursos que ocultan la verdadera naturaleza de los proyectos perseguidos. Ha calado naturalmente en las vulnerabilidades existentes, entre ellas la escasez de unidad y de sentido de Estado de la clase política. Su capacidad para renovar las formas de conquistar el poder y movilizar a la sociedad, así como también para crear nuevos escenarios de polémica y conflicto, ha sido una clara ventaja frente a los partidos republicanos tradicionales. Por desidia, inercia o falta de adaptación, no supieron reconocer la modalidad de combate no convencional de sus adversarios. Esta combatividad ha cambiado el rostro de la democracia. Hace ya un tiempo que la arena política latinoamericana no se circunscribe a las reglas político-electorales tradicionales. Es más bien el teatro de una guerra “sin límites”, en el enfoque dado por los destacados autores chinos de la obra Guerra irrestricta, donde se despliega una combinación de acciones violentas, criminales, jurídicas, culturales, informativas y sociopolíticas, guiadas por objetivos específicos.

En este sentido, la construcción de una nueva cultura estratégica aparece como un desafío central en el continente. La percepción más aguda de una batalla cultural es un primer paso alentador, observable en distintos lugares. Desde la década de 1960, los proyectos neomarxistas han investigado activamente el ámbito informacional y cognitivo, con el objetivo de moldear las percepciones y el conocimiento acorde a sus intereses. La revinculación con las culturas populares es otra dimensión central de esta batalla cultural, lejos aún de ser practicada por los sectores liberales o republicanos.

Es necesario que esta renovación estratégica también influya en la construcción de los partidos políticos que tendrán que ser más combativos para en su agenda cultural y económica y capaces de neutralizar a sus oponentes. Frente al Foro de São Paulo y la triple alianza de China, Rusia e Irán, habrá que ser capaz de llevar adelante proyectos viables y consistentes, así como otros horizontes de cooperación intra-americana y con el bloque occidental, algo que nunca será fácil dada la compleja relación aliado-adversario que estructura hoy el tablero internacional.

Por último, el desarrollo de una inteligencia social y securitaria es otra de las perspectivas mencionadas. Las hostilidades híbridas que ocupan la arena político-económica se desarrollan al interior de una era de acción combinada e integrada. Apelan respuestas también integradas, lo cual presupone que los ciudadanos y las instituciones trabajen más a fondo para comprender la realidad.

 

 

 

Presentación inicial

 

El mundo va tomando un nuevo rumbo estratégico. China y los Estados Unidos se confrontan más abiertamente y generan una bifurcación creciente del sistema internacional, con puntos de fricción activos o en formación (Ucrania, Próximo Oriente, Mar de China, Taiwán). Desde la COVID-19, esta rivalidad aceleró también un desacople creciente en la geoeconomía.
En paralelo, la conflictividad subyacente se ha vuelto a la vez más extendida e integrada. Desde los años 1990, las formas de guerra sistémica han crecido entre las sociedades, no solo entre enemigos declarados, sino también entre aliados, socios y competidores, en tiempo de paz como en tiempo de guerra abierta. Las fricciones se dan tanto en el exterior como en el interior de las sociedades, con batallas en frente interno y de modo combinado entre varios espacios (militar, informacional, económico, político, normativo, etc.).

América Latina no escapa a este contexto. Su relación con las potencias occidentales le han brindado identidad y estabilidad en el marco de la pax americana. Pero desde la mitad del siglo pasado, esta relación ha dado lugar también a una dependencia creciente, manifestándose con niveles de predación, de influencia de sus élites y desorientación estratégica, resultado en parte de la influencia de sus propios aliados. Ciclos de reformismo liberal templados o inacabados han ido alternando con populismos socializantes o regímenes arbitrarios, postergando la consolidación de Estados modernos y estrategas.
A finales de los 90s, la conquista subversiva de la arena democrática por fuerzas políticas reciclando el legado revolucionario de los 70s demostró el alcance del combate político-informacional y cognitivo. Cualquiera sea la naturaleza de su proyecto, lograron ocupar el andamio democrático-liberal con mayor creatividad estratégica que sus adversarios conservadores o liberales. Estos últimos han tenido muchas dificultades para evaluar a sus competidores y elaborar una respuesta a la altura de los tiempos.

Como en otras latitudes, el terreno político ya es el de una confrontación sistémica en todos los terrenos de maniobra habilitados por el sistema liberal y las interdependencias. En este marco, cualquier régimen democrático endeble o poco activo es automáticamente aprovechado y sinónimo de entrega a proyectos o ideologías más combativas. La mayor presencia de China, Rusia e Irán en el continente americano da cuenta de esto y más ampliamente de un declive ideológico del campo occidental. Sin suficiente revisión y adaptación estratégica, la esfera iberoamericana se ha debilitado. Ha visto crecer su nivel de dependencia respecto de sus aliados y adversarios. Su peso geopolítico y geoeconómico en el mundo contemporáneo da otro testimonio de eso. A diferencia de otras experiencias en el Este asiático, no pudo inventar un modo combativo de inserción internacional acorde al nuevo nacionalismo económico y el sistema internacional post-1991.

En tiempo de transición y de intensificación de la confrontación, es imperativo juntar esfuerzos para promover un despertar estratégico, enriquecer la interpretación del escenario actual (y pasado) y romper ciertas categorías establecidas (izquierda/derecha, aliado/adversario, política/guerra híbrida).

Este primer ciclo de webinarios del lunes 4 de diciembre (17hs GMT-3, enlace vivo.dunia.earth) contará con la presencia de: