Además de su pertenencia umbilical al amplio territorio digital mundial, el software libre se generó un sólido puerto de anclaje, casi una patria “adoptiva” en tierras latinoamericanas. Esta metáfora, lejos de ser una exageración chauvinista, es bastante realista para ilustrar la particular fecundidad que viene aumentando desde hace unos veinte años entre el movimiento del software libre y las transformaciones sociales en curso en el continente sudamericano.
Tal como sucede en otras regiones del mundo, el movimiento “librista” regional se asemeja a una vía láctea de iniciativas diseminadas y multisectoriales, poco sistematizadas y estudiadas, en la cual no hay ni confederación regional ni conducción centralizada ni verdadera organicidad de conjunto. Sus identidades, al igual que sus afinidades ideológicas y organizacionales, son muy diversas y a veces hasta antagónicas. Sin embargo, existe una cohesión que radica en una fuerte afinidad con los principios éticos del software libre y de su modus operandi. En efecto, éstos valorizan la acción directa en redes, acción que en las últimas dos décadas en América Latina se unió a la aspiración central de intensificar el vínculo social y hasta de resignificarlo según una lógica inclusiva e igualitaria. Desarrollar el software libre, es decir la inteligencia colaborativa puesta al servicio del acceso universal y soberano a los recursos informáticos, significa implementar modalidades comunes para compartir, crear comunidades de activistas y usuarios y promiscuidades horizontales con múltiples esferas socioprofesionales. ¿Basta con eso para convertirlo en un verdadero movimiento continental? No necesariamente. Pero más allá de las categorías perceptibles, lo importante es darse cuenta de la fecundidad del proceso que sostiene a esa vía láctea regional y poder dibujar sus constelaciones más significativas.
La primera, sin duda alguna, es la vivacidad de la onda librista regional. Una de sus manifestaciones más evidentes es el festival latinoamericano de instalación de software libre1 que acaba de celebrar, en abril de 2016, su décimo segunda edición en más de 200 ciudades del continente. Desde el año 2005 este festival descentralizado constituye nada menos que la más voluminosa movilización popular internacional dedicada a la informática libre. Se inscribe a la par de otros eventos regionales más especializados (como la Conferencia internacional del software libre, las Jornadas regionales del software libre u otros encuentros subregionales). Todos ellos son inseparables de la profusión de grupos de usuarios y de experiencias libristas arraigadas a nivel territorial y nacional. Otra marca de ese dinamismo se expresa en el plano económico. Según International Data Corporation, el crecimiento del sistema GNU/Linux en la industria digital regional en 2004 duplicaba la tendencia mundial del 32 % de crecimiento anual2. Si ya no hace falta demostrar globalmente el éxito de las distribuciones abiertas en la infraestructura de los servidores, esta tendencia muestra la ventaja que poseen localmente los sistemas libres para responder a un contexto de desarrollo digital todavía muy desigual, ya que la industria digital privilegia sistemas adaptativos y de costos más bajos. Señalemos por otra parte que Cuba, Venezuela y Uruguay se llevan los laureles a nivel mundial como parque de computadoras personales más linuxizado3.
Una segunda constelación se vincula con la fuerza de las historias y el mestizaje de las identidades libristas con diferentes procesos sociopolíticos. Curiosamente, se trata de un ángulo poco desarrollado en el pensamiento sobre el movimiento mismo, cuando su lugar es central en la realidad. Aun cuando existe un umbral identitario autorreferencial dentro de la cultura librista, ésta tiende a seguir las líneas móviles de una identidad asociativa, en otras palabras muestra una aptitud para el sincretismo en relación a otras problemáticas y temas políticos. Muchos grupos de hackers y activistas del software libre han formado parte de los momentos fundacionales del Foro Social Mundial a partir de 2001 en Brasil, del que nacerá más tarde el Foro mundial de los medios libres a partir de 2009. Varias redes se han asociado a luchas territoriales y de identidades sociales, desde los movimientos feministas, las resistencias ciudadanas y post-extractivistas, los medios de comunicación y comunicadores populares o alternativos, algunos partidos políticos y movimientos sociales, el sector mutualista y las PyMEs, las redes universitarias y más recientemente los nuevos movimientos urbanos. Dando lugar a veces a asociaciones puntuales o sectoriales, manteniéndose apartadas del verticalismo del escenario político tradicional, estas hibridaciones no dudaron en facilitar el pasaje de un activismo tecnopolítico a la institucionalización de políticas públicas a nivel nacional o provincial y, en menor medida, a nivel regional, cuyas políticas de comunicación están por ahora en estado de prototipo. De México a la Argentina, el propósito del software libre y el de la soberanía tecnológica transitaron así de modo circular desde las bases sociales hasta el más alto nivel gubernamental, más claramente aún en el caso de los proyectos políticos populares y progresistas. Es evidente que hará falta más todavía para generalizar de manera sostenible un paradigma de soberanía tecnológica. Pero las conquistas sociales en materia de derechos digitales, el efecto transformador de un modo de construcción radicalmente participativo y la ruptura del aislamiento del discurso tecnológico son avances fundamentales que seguirán actuando firmemente en los imaginarios colectivos.
Tercera constelación, por último, cuyos contornos todavía quedan por inventar ampliamente: la de la hoja de ruta del movimiento librista. Si es demasiado ambicioso sentar una estrategia colectiva en virtud de la gran diseminación del movimiento librista, es necesario en cambio reinvestir su imaginario transformador y sus marcos de comprensión. Hemos entrado decididamente en una nueva etapa tecnopolítica, con el surgimiento de los gigantes de la industria digital, su captura de una gran parte de la modalidad librista en sus estrategias de acumulación y la entrada de la microelectrónica en las grandes relaciones geoestratégicas. Las cuestiones de infraestructura soberana de las redes, su re-territorialización, las luchas por una comunicación democrática, los derechos digitales, el control ciudadano del código y de los algoritmos ya forman hoy en día una batalla más unificada. La afirmación libertaria ha democratizado notablemente la primera etapa de despliegue de la microinformática. Con la instalación actual de un régimen “realista” en el espacio electrónico, es hora de sentar las bases de un nuevo pacto regulador y de profundizar las alianzas estratégicas con el resto de la sociedad.