(Nota publicada en la revista Internet ciudadana n°7 de marzo 2022).
Dos temas claves atraviesan la cuestión de las empresas transnacionales que vertebran el sector de las tecnologías de la información y comunicación, ahora primera industria a nivel mundial.
Primero, las más grandes de ellas han adquirido un carácter monopólico y muchas veces depredador que revela uno de los nuevos rostros de la economía transitando la revolución informática. Es lo que hizo afirmar a Joseph Stiglitz en 20161, al ver el aumento crítico de la concentración en la economía en red y de su impacto en la esfera socio-política, que estábamos ante una “nueva era de los monopolios”. Surgida primero en la segunda revolución industrial, la preocupación por los monopolios vuelve ahora con mayor fuerza, particularmente en Estados Unidos y China si bien con dos sistemas políticos antagónicos. Como lo veremos brevemente aquí, esta monopolización creciente, observable en muchos sectores económicos, encuentra menos explicaciones en las pautas iniciales del capitalismo global que en la nueva matriz económica rediseñada por la ola de informatización iniciado en los años 70.
En segundo lugar, los grandes jugadores del sector tecnológico constituyen un frente privilegiado del nuevo capítulo de guerra económica que siempre acompañó los intercambios comerciales desde el alba de los tiempos2. En este sentido, el espacio informacional es a la vez un medio para librar esta batalla (mediante guerrillas de contenidos e influencias) y un nuevo territorio para conquistar en pos de asentar un predominio (servicios, conocimientos). A contramano del pensamiento dominante, los actores débiles disponen en este espacio de mucho potencial de disputa frente a los actores potentes, abriendo así caminos al viejo anhelo de “nuevo orden mundial de la comunicación3” enunciado en los años 70.
Ilustración de esta conquista con fines estratégicos, en 2013 un informe del Senado francés titulada textualmente que la “Unión europea se había vuelto una colonia del mundo digital”4. El panorama es similar en América Latina. Si tomamos el plano mediático, Google, Facebook y Youtube son plataformas aplastantes en la intermediación de contenidos, a la par con una mayor concentración de los medios (históricamente concentrados en el continente) y los servicios de conectividad5. No quita que algunos grupos locales han sabido conquistar este mercado globalizado. Por ejemplo la transnacional América móvil, de bandera mexicana, posee un imperio telecomunicacional que supo ser competitiva y rivalizar con los unicornios a nivel mundial. La economía digital remite por lo tanto a lógicas eminentemente conflictivas y estratégicas donde las reglas formalizadas en el marco liberal cohabitan con lógicas ocultadas de conquista, de subversión y captación.
Paradojalmente, ambos temas, el régimen monopólico de la e-economía y su dimensión de confrontación económica permanecen sub-analizados o atrapados en los corsets conceptuales de muchos ámbitos. Los conocimientos que se estructuran sobre estas temáticas siguen una segmentación disciplinar (medios de comunicación, e-comercio, mercados bifacéticos, datos, políticas públicas, gobernanza de Internet…etc). Cuesta descifrar el núcleo íntimo de la economía ciberindustrial cuya matriz ha sido reformulada por la informatización. Arriesgándonos con una metáfora, todo ocurre como si esta economía creciera como una flor todavía desconocida en el medio de un campo de girasoles cuyas miradas siguen la luz encandilante del profetismo tecnológico y del conocimiento preestablecido. Nuestra hipótesis aquí es que esta dificultad de orientación obstaculiza el potencial de respuestas de parte del campo civil y político.
¿Por qué esta la economía actual tiende a generar hiperconcentración y monopolios? Existe un abanico de factores ya enunciados por varios autores, de Lenin, Chamberlin, Robinson, hasta Keynes con la noción de competición imperfecta y más recientemente con nuevos aportes. Pero hay otras causas surgidas de la naturaleza misma de la economía digital.
En efecto, la informatización, a saber la automatización de las tareas repetitivas físicas y mentales mediante dispositivos computarizados y conectados, va concentrando los costos de producción a nivel de las etapas de concepción inicial y de ingeniería de los bienes y servicios. Es evidente en el caso del software y la fabricación de los componentes electrónicos. Su diseño inicial puede alcanzar varios billones de dólares en el caso de los microprocesadores, mientras su costo de reproducción se vuelve insignificante en comparación con el nivel de prima inversión. Pero este principio rige también en otro tipo de bienes a proporción de su grado de informatización, por ejemplo en el ámbito de las redes de telecomunicación, transporte o energía, cuya capacidad depende del dimensionamiento inicial. En estos contextos, el rendimiento de escala no es más decreciente sino creciente, es decir que la producción de una unidad/servicio adicional va de la mano con una baja de su costo unitario. Es en parte la noción de costo marginal “cero”, muchas veces aislada de su contexto e instrumentalizada en pos de anunciar promesas de nuevos patrones de consumo y de producción industrial.
En el fondo, estas características aparentemente sencillas modifican drásticamente la primicia en la cual se funda la economía moderna. A partir del momento en que la función de producción varia y que el rendimiento de escala se vuelve creciente, el régimen del mercado se va desplazando de la competición perfecta hacia el monopolio natural y la competición monopolística. En un régimen de esta índole, la batalla para alcanzar una posición monopólica es generadora de un flujo de innovaciones y de crecimiento cualitativo. Así ocurrió con Intel/Microsoft/AMD frente a IBM, Apple a Blackberry, Google/Android/Linux a Microsoft cuando sus innovaciones modificaron los términos de predominio anteriores.
El corolario de esto tiene que ver con un fenómeno de depredación en alza. La lucha por el predominio favorece una concentración de riqueza en determinados sectores sociales y económicos. La movilización del importante capital financiero necesario en la primera etapa de concepción de los bienes desplaza el riesgo económica aguas arriba y fomenta maniobras de captación. Como lo recuerda Armand Mattelart en sus estudios de la informatización en los países del Sur6, la difusión de la informática potencia diversos tipos de abusos, desde la utilización indebida de bienes públicos, la evasión fiscal, el lavado de dinero hacia el modelaje del conocimiento y la dependencia política.
De hecho, en el campo de la confrontación económica, América Latina (5% del mercado global de servicios informáticos7) no ha cesado de estar expuesta a las ofensivas de los Estados Unidos para asegurar su supremacía informacional. Brasil en particular fue frenado en su política de fomento de una industria nacional a raíz de sus orientaciones proteccionistas y expansivas. Brasilia trató de esquivar la predominancia de IBM – monopolio del momento – a través del control de los insumos importados, la protección del mercado interno y su semi-apertura a los segmentos no resguardados por la firma norteamericana. Argentina siguió este paso durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Emprendió una política de substitución de importaciones de computadoras, la creación de una Comisión nacional de informática y el lanzamiento de un plan industrial denominado Resolución 44.
En Brasil, Washington obstaculizó el otorgamiento de préstamos desde su Secretario de Estado y mediante el Banco mundial en pos de erosionar esta política. Esto habilitó a IBM y Hewlett-Packard el armado de una fábrica local de computadoras con precios más competitivos que los de la industria nacional. Luego en 1981, el gobierno puso en venta 47 empresas nacionalizadas, inclusive Cobra, pionera de la industria electrónica brasileña. En Argentina, IBM amenazó de cerrar su fábrica local de impresoras (100 millones de dólares de exportación). Ejerció un lobbying en la prensa y los círculos comerciales para socavar al proteccionismo de la Resolución 448. En consecuencia, parte de la tecnoestructura se orientó a promover una informatización del país a partir de grandes centros computarizados en línea con la lógica de IBM.
Tales escenarios se desarrollan hasta la fecha sobre nuevas temáticas en todos los países emergentes e industrializados. La informatización es y ha sido utilizada en los países periféricos para promover una dependencia cognitiva y política de nuevo tipo mediante una alianza entre entes transnacionales y potencias. Es necesario profundizar la percepción de esto junto con la generación de una nueva inteligencia económica y de un mapeo ampliado de la economía digital.
- https://www.project-syndicate.org/commentary/high-monopoly-profits-persist-in-markets-by-joseph-e–stiglitz-2016-05/spanish
- Histoire mondiale de la guerre économique, Ali Laïdi (2016).
- https://es.wikipedia.org/wiki/Nuevo_Orden_Mundial_de_la_Informaci%C3%B3n_y_Comunicaci%C3%B3n
- Informe L’Union européenne, colonie du monde numérique? https://www.senat.fr/notice-rapport/2012/r12-443-notice.html
- Ver los estudios del observatorio regional Observacom https://www.observacom.org/seccion/publicaciones-observacom/
- La informática en el Tercer Mundo, Armand Mattelart (1982).
- Fuente Statista.com.
- La ofensiva de los Estados Unidos contra la informática latinoamericana, Jean-Michel Quatrepoint (1986). https://www.monde-diplomatique.fr/1986/07/QUATREPOINT/39384