En los albores del siglo XIX, el naturalista alemán Alexander Humboldt y su homólogo francés Aimé Bonplan dieron sus primeros pasos en la Amazonia. Fascinados por su exuberancia natural, los dos científicos imaginaron, no sin cierta ingenuidad, que se convertiría un día en el granero del mundo. ¿Sabían ellos que predijeron el formidable destino que se iba a conocer esta zona tropical en los próximos siglos ? Excepcionalmente dotada de recursos y geografía fundacional del nacionalismo brasileño, la Amazonia ha resistido el paso del tiempo, acumulando los retos estratégicos tras otro a medida que la globalización se afianzaba. Desde hace varias décadas, se encuentra en el centro de un nuevo tipo de arquitectura depredadora, cuyo funcionamiento es indisociable de la acción de las organizaciones no gubernamentales.
El diseño de una superestructura
Tres secuencias históricas nos permiten comprender el contexto en el que las ONGs operan como actores principales en los trópicos sudamericanos. La primera tiene lugar a principios del siglo XX, cuando la empresa norteamericana Ford quedó cautivada por la presencia del caucho natural. El hevea se utilizaba entonces como materia prima en la industria del neumático para los pujantes mercados químico y automovilístico. Mientras la ciudad obrera de Forlândia surgía en medio de la selva, la empresa compraba tierras sobornando a los terratenientes y contrabandeaba semillas de caucho con el velo de la fundación Ford, sirviendo de pantalla para estas actividades. Antes de ser descubierta por la aduana, la operación fue denunciada tempranamente en 1928 por el sacerdote Cicero y el periódico O Estado, que alertaban contra este tipo de amenazas para Brasil. La llegada del caucho sintético a partir de 1930 puso fin al asunto, pero no paró la instalación de la fundación Ford en el país.
La segunda secuencia nos lleva a 1947, cuando la UNESCO y el gobierno brasileño elaboraron los planes para el Instituto Internacional de la Selva Amazónica (IIHA). En contraste con el proteccionismo propugnado por los gobiernos anteriores, el poder ejecutivo de la época, liderado por el presidente liberal Eurico Gaspar Dutra, se mostró favorable a la iniciativa. En el papel, el objetivo del instituto era promover la investigación científica del patrimonio vivo con la vaga perspectiva de contribuir al desarrollo socioeconómico de la región. El proyecto es prioritario para la UNESCO y fue concebido bajo el patrocinio del norteamericano Julian Huxley, miembro activo de los movimientos eugenistas y maltusianos, y más tarde fundador del Fondo mundial para la Naturaleza (WWF). Julian Huxley formaba parte de una familia de prospectivistas anglosajones que se ocuparon de sentar las bases de un nuevo papel de liderazgo mundial de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, inspirándose en diversos corpus doctrinales, entre ellos el posnacionalismo, el eugenismo, la ecología conservadora y el maltusianismo. A riesgo de contradecir nuestro tema, el instituto no es propiamente una organización no gubernamental, ya que presupone un tratado internacional entre los países ribereños de la zona amazónica1. Sin embargo, el proyecto se percibe como una maniobra de injerencia “neogubernamental”2 por parte de una facción nacionalista del país. Esta última, que al mismo tiempo participaba en la campaña “O petróleo é nosso” (El petróleo es nuestro) encabezada por el presidente Getúlio Vargas, sospechaba que se trataba de una maniobra para internacionalizar la Amazonia de modo encubierto por la UNESCO. Finalmente, los parlamentarios de Brasilia se opusieron al proyecto del instituto.
El tercer episodio tuvo lugar a finales de los años sesenta, con la creación del Centro Brasileño de Análisis y Planificación (CEBRAP) y el auge filantrocapitalista que le siguió. A mediados de esa década, la “Operación Amazonia” ponía de manifiesto la voluntad del gobierno brasileño de integrar su vertiente occidental amazónica con el resto del territorio, demostrando una vez más la preocupación nacionalista frente a los riesgos de internacionalización. Mientras tanto, se habían identificado nuevos recursos mineros y petrolíferos en la Amazonia, sumándose a los de su biosfera. Haciéndose eco de la nueva agenda conservacionista promovida por las Naciones Unidas, la inteligencia norteamericana, apoyada por la Standard Oil y la Shell, intentó en vano neutralizar el desarrollo de la petrolera brasileña (PETROBRAS). Sin embargo, el tira y afloja geoeconómico permitió a los Estados Unidos cortar de raíz el importante proyecto del polo petroquímico PETROQUISA.
A raíz de ello, en 1969 se fundó el Centro Brasileño de Análisis y Planeamiento, en connivencia3 con la inteligencia norteamericana (CIA), la fundación Ford y el académico brasileño Ferdinand Henrique Cardoso, cuya carrera alcanzaría la cima del poder veinte años más tarde, en un contexto de indisimulada reticencia hacia la cultura militar brasileña. Paralelamente a la creación del centro, la fundación Ford se convirtió rápidamente en un centro local de formación de élites, de elaboración de conocimientos, de cooperación multi-actores y de financiación filantrópica. Las subvenciones concedidas se quintuplicaron entre 1960 y 1964 (18 millones de dólares) y se destinaban no sólo a la sociedad civil, sino también a universidades y a determinados proyectos gubernamentales. Entre 1969 y 1975, el CEBRAP recibió casi un millón de dólares de la Fundación Ford. Formó a los cuadros del Partido de los Trabajadores (PT) y de otros partidos democráticos o socialistas, en sorprendente contradicción con la hostilidad declarada por el bloque occidental de la Guerra Fría hacia cualquier elemento marxista. Tras el lanzamiento de la Comisión Trilateral en 1973, se convirtió en uno de los ejes de la agenda de las fundaciones Ford y Rockefeller, del Club de Roma y de la ONU. Su agenda se centró en cuestiones relativamente estratégicas: demografía, educación, seguridad, participación democrática, indigenismo, protección del medio ambiente, clima y enfoques del desarrollo. En los años 90, la llegada de Fernando Henrique Cardoso a la cúpula del Estado abrió aún más las compuertas de influencia a las ONG europeas y anglosajonas.
El paisaje contemporáneo
Estas tres etapas genealógicas tienen la ventaja de sumergirnos en las entrañas de un marco estratégico que pivota íntimamente sobre los actores no gubernamentales. La secuencia que se desarrolla hoy ante nuestros ojos podría resumirse como una ampliación y una maduración de los mecanismos que acabamos de describir. El número de entidades no gubernamentales ha crecido infinitamente y se han ramificado hasta convertirse en un verdadero estado paralelo, con casi cien mil ONGs4 en la Amazonia brasileña, cualquier sea el tipo de organización.
En términos de modus operandi, el mecanismo general perseguido por esta superestructura se asemeja a la lógica dual de la cara de Jano. La cara visible, ostensiblemente expuesta, trabaja continuamente para crear un marco perceptivo favorable y blanquear, a los ojos de la sociedad, los objetivos perseguidos por la acción no gubernamental, de forma más o menos coherente con las realidades amazónicas y los desafíos globales. Hemos visto que este marco perceptivo está condicionado por un intenso flujo ideológico, construido desde el nivel local al global.
La segunda cara, oculta y no reconocida, es el continuo operativo que se despliega entre los centros estratégicos de las potencias tutelares y los actores civiles locales, con todo lo que ello implica en términos de cohesión, de transferencia de recursos y intermediaciones. Las ONG implicadas en esta agenda constituyen la interfaz entre estas dos realidades.
Los grandes operadores, que desempeñan el papel esencial de pivote y de “blanqueo civil” para cualquier acción ofensiva transnacional, se han diversificado. La fundación Ford, pionera en este campo, lo sigue siendo, junto a la Open Society, USAID, WWF, el National Endowment for Democracy, la fundación Rockefeller y la fundación Bill & Melinda Gates. Más cerca de la población, una vasta constelación de entidades locales está tejiendo una red basada en coaliciones temáticas y territoriales. Éstas establecen un segundo y tercer círculo operativo, con un arraigo mayor en los medios de comunicación y la opinión pública.
Otras matrices de influencia se superponen a esta hidra bifacética. Aunque cada una de ellas merece ser examinada bajo el microscopio, la matriz anglosajona gana sin dudas la medalla de oro al gran diseño geopolítico. Sobresale en el arte de transformar subrepticiamente las bases estratégicas de los Estados sudamericanos de forma coordinada y sostenible a largo plazo, constituyendo la Amazonia el centro de gravedad de una ofensiva destinada a neutralizar el desarrollo de los países sudamericanos e internacionalizar sus recursos.
Balance estratégico
Los efectos de esta superestructura son penetrantes e impactantes. La “mano de Jano” del ecologismo y el indigenismo han puesto la Amazonia todavía no bajo tutela sino bajo supervisión internacional. Casi la mitad de la superficie de Brasil está santuarizada, por así decirlo, gracias a los dispositivos de protección del ecosistema humano o ecológico, incluidos los créditos de carbono. El último proyecto prohibido bajo este paraguas regulador ha sido la tramo de autopista BR-3195 entre Manaos y Porto Velho. Además, la acción neogubernamental sobre el aparato legislativo y político ha modificado progresivamente los enfoques de planificación. Las nociones de responsabilidad compartida, de deber de cooperación con los países desarrollados y de gobernanza participativa han dado lugar a un nuevo marco de referencia para la acción pública. En complemento de los modos de acción, la agenda política se ha ampliado para incluir todas las cuestiones temáticas bajadas verticalmente de la matriz de influencia.
El efecto más incisivo se refiere sin duda a la “reprogramación” ideológica de las élites sudamericanas. En el caso de Brasil, el actual presidente Luiz Lula da Silva, la ministra de Ambiente, Marina Silva, y otros responsables políticos en ejercicio, han sido los fieles servidores de esta agenda transnacional en el aparato estratégico brasileño. A partir de la década de 1990, estas ideologías exógenas fueron interiorizadas por toda una generación de dirigentes y se entraman con el sistema mediático dominante. Es importante destacar que una dependencia sistémica de este tipo remite más una cuestión de guerra por el ámbito social6 que a una simple agenda de influencia.
Esta conflictividad no está exenta de resistencias. En 1990, una comisión parlamentaria señaló abiertamente maniobras internacionales destinadas a “desmoralizar a Brasil y convertirlo en un paria, culpado de su acción destructiva contra la Amazonia y, en consecuencia contra toda la humanidad”. En 2023, la comisión parlamentaria sobre las ONG y los informes de los servicios de inteligencia brasileños llegaron a conclusiones similares. Frente a estas señales, el escenario político y mediático, atravesado por divisiones falsamente antagónicas, trabaja conjuntamente para neutralizar el resurgimiento de cualquier figura nacionalista, como fue el caso de Jair Bolsonaro.
Por último, cabe señalar que esta agenda neogubernamental busca su aceleración. Agita el fantasma de la emergencia climática y sanitaria en torno a la Amazonia para forzar aún más las rupturas normativas. En este sentido, las inundaciones de Rio Grande do Sul de abril de 2024 y los incendios en curso en la Amazonia nos muestran una distancia cada vez más corta entre los riesgos naturales y el uso que se hace de ellos con fines conflictivos.
- Brasil. Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Surinam, Guyana y Guayana Francesa.
- La expresión es del sociólogo Manuel Castells.
- CIA, Fundação Ford e Fernando Henrique Cardoso https://mercado-global.blogspot.com/2008/02/eua-cia-e-brasil-o-preo-de-fernando.html
- https://mapaosc.ipea.gov.br
- https://www.opoder.com/executivo/ong-financiada-por-george-soros-impede-na-justica-obra-da-br-319
- Raphaël Chauvancy. El political warfare o la guerra por el ámbito social https://www.revueconflits.com/le-political-warfare-ou-la-guerre-par-le-milieu-social/