“Las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que los enemigos declarados. Si el pueblo estadounidense permite alguna vez, que los bancos privados controlen el asunto de su moneda, primero por inflación, luego por deflación, los bancos y las corporaciones que crecen a su alrededor le quitarán al pueblo toda su propiedad hasta que los niños despierten sin casa en el continente que sus padres conquistaron” ― Thomas Jefferson
“Es importante reclamar para la humanidad el campo que ha sido tomado por las visiones arbitrarias y estrechas en nombre de la racionalidad ” ― Amartya Sen
1. Entre imperialismo económico, crisis latente y desorden global
El choque financiero iniciado en Occidente a partir del 2007 no solo ha demostrado una vez más la inestabilidad intrínseca del capitalismo financiero como lo anunciaba de forma premonitoria algunos economistas tales como Minsky, Keynes, Triffin o Galbraith1 en su respectivos momentos. También abre una ventana de evidencias2 sobre la inadecuación de los esquemas económicos moldeados por cuarenta años de revolución neoliberal y más ampliamente por el despliegue de una economía moderna establecida sobre fundamentos éticos y conceptuales heredados de otra época. Hoy, las señales más estructurales de este desfasaje son la amenaza climática – dicho de otro modo el impasse del productivismo fundamentado en la extracción ilimitada de los recursos; la deflación mundial – es decir el fin del ciclo de crecimiento sostenido y su consecuente terremoto en el escenario socio-político; la extremización de las desigualdades3, ni más ni menos que la tensión explosiva entre las condiciones esenciales de dignidad e igualdad de lo local a lo global.
A esto y por si fuera poco, podríamos agregar los altísimos costos colaterales traídos por el sistema financiero4, en término de destrucción socio-productiva5, inestabilidad6, contaminación ética, condicionamiento de los regímenes políticos – lo que algunos llaman la “fosilización” de la democracia7, o de la naturalización de las crisis como modalidad de gobierno8. Alrededor de la mitad del PBI mundial circula en las guaridas fiscales y esta manejado por agentes intermediarios fuera de cualquier regulación9. Entre 25 % y 40 % del PBI de los países emergentes es desviado por las autopistas de la fuga de capitales y tira naturalmente por atrás sus procesos de desarrollo. En definitiva, la economía y particularmente la economía concentrada y las finanzas10, se asemejan a una vena abierta11 planetaria, operando en el flujo permanente de intereses comunes y divergentes de las relaciones de fuerzas que caracterizan el precario sistema de equilibrio multipolar actual. No estamos muy lejos de corroborar la hipótesis de Hobson y Lenin cuando preveían una probable fase imperialista del capitalismo en la creciente substitución del trabajo por el capital12 y una tendencia a la recolonización monopolística de los territorios. Sin embargo, tanto el carácter caótico y desregulado del andamiaje económico como la nueva arquitectura del poder global nos obliga a indagar más allá de esta mirada.
2. Captura fáctica del poder versus necesidad de institucionalizar las interdependencias mundiales
A pesar de que muchas veces estas diversas dimensiones resultan artificialmente desarticuladas en el debate público y científico, la realidad nos esta mostrando un panorama diametralmente opuesto. La propagación en cadena de los choques financieros con destilación social del miedo se ha vuelto una regla en el mundo de hoy, mientras las crisis sectoriales o aisladas se han transformado en una excepción. La integración económica del planeta, cuyos beneficios han sido muy valorados por los promotores de la unificación de los mercados, ha ido creando interdependencias profundas entre las causalidades y los efectos de los factores financieros, económicos y socioambientales, habilitando así una nueva trama real de responsabilidades y solidaridades a escala internacional. Institucionalizar estas interdependencias de forma democrática, estable y adaptada, de lo regional a lo mundial, es un desafío central de nuestros tiempos13. De hecho, no es una casualidad que las reformas del sistema económico choquen contra la ausencia de una real arquitectura de gobernanza mundial. Esta arquitectura precaria, más percibida y sufrida por los pueblos del Sur global, da el puntapié a numerosas exhortaciones irracionales que invocan la vuelta a un orden proteccionista y nacionalista14.
En sentido contrario, optamos aquí por interpretar esta realidad como una provocación instituyente hacia un vasto proceso mundial de redistribución de la riqueza, en el cual el surgimiento tanto de los BRICS (y otros bloques emergentes) como de una nueva clase media transnacional, son una de las manifestaciones de esta dinámica. En la práctica, existe un contraste literalmente abismal entre este nuevo estado natural de hiper-conectividad global, la capacidad de regulación del macrosistema económico y su nivel de impacto en todas las esferas de las actividades humanas. Los agentes financieros por ejemplo gozan de un bajísimo grado de impunidad y de regulación si lo comparamos con otro sector de la gobernanza mundial. El déficit de gobernanza en materia de derecho internacional es un eje clave. En este sentido, la reciente evolución del enfoque de la Corte Penal Internacional de La Haya a los temas de acaparamientos de tierra, contaminación ambiental y desplazamientos humanos, forma quizás la premisa de posibles sanciones para los crímenes económicos transnacionales.
En el plano fáctico, esta situación ha sido ampliamente aprovechada por los actores transnacionales. No es exagerado hablar hoy de un proto-gobierno corpo-estatal a nivel mundial capaz de capturar partes significativas del poder15 y operar alegremente en las grietas de las instancias internacionales. Basta comprobar los recientes acontecimientos en Latinoamérica para ver como el mayor grado de articulación entre redes financieras transnacionales, grupos concentrados, actores mediáticos y judiciales sirve de soporte para un plan de recolonización. La politóloga Susan George recalca tres estrategias esenciales de esta macro-política fáctica: 1. el lobbying16, o sea un complejo sistema de influencia que garantiza en el plano institucional la reproducción y la transmisión de intereses, decisiones y visiones conformes a los intereses corporativos; 2. los subsidios, es decir en definitiva un verdadero sistema de regulación por incentivos económicos que permite controlar precios, mercados y externalidades (para tomar un solo ejemplo se destinan 4580 bimillones de dolares en el 2015 para el sector de los combustibles fósiles); 3. los nuevos tratados bilaterales o multilaterales17, cuyos términos se asemejan más y más a mecanismos de cesión de soberanía estatal, de captura de mercados y recursos. Esto nos permite ver también como este capitalismo disfuncional en términos económicos necesita cada vez más del Estado para compensar con poder político toda la legitimidad que pierde en la esfera económica.
En el plano formal, el carácter sistémico de la finanza ha sido mucho más caracterizado y revelado a raíz de los efectos del último choque financiero y de su expansión. Es un avance. Hay una mayor conciencia del riesgo económico, reconocido por varios ámbitos institucionales e incluso medido por ciertas instituciones multilaterales como por ejemplo el FMI18. Es evidente que esto no deja de ser un epi-fenómeno en comparación con la magnitud de la problemática y que se requieren rupturas mayores en materia de regímenes de control y regulación.
3. La inercia de las doctrinas
En este contexto, las doctrinas ortodoxas económicas y su imaginario fundador centrado en una economía auto-referencial, separada del campo político como si esta fuese una disciplina técnica desacoplada de su ámbito histórico y social, quedan de alguna manera huérfanas de sus fundamentos, incluso para los defensores de la libertad de los mercados. Lo queramos o no, heredamos en el largo plazo de una economía moderna, resultado de un itinerario de emancipación de lo político, iniciado a partir de los moralistas de la Edad media y del racionalismo del siglo XIX, donde sucesivamente Bacon, Descartes, Smith, luego Malthus, Say, Ricardo, Marx, Walras han cementado el zócalo de una razón matemática, separatista e instrumental. Los últimos cuarenta años de revolución neoliberal, el pacto Reagan-Tatcher19, la victoria liberal en la Guerra Fría y luego el acuerdo Glass-Steagall20 han terminado de llevar aun más lejos esta virtualización de la arquitectura financiera.
Lejos de ser un tema periférico, este desfasaje del pensamiento y de la modelización de los sistemas macroeconómicos se ha vuelto un eje central en nuestra problemática. El economista latinoamericano Oscar Ugarteche lo resalta claramente cuando observa por un lado la actual incomprensión de la economía global por la academia y los expertos, y por otro la profunda inercia de los dogmas en las instituciones internacionales. Dicho de otro modo: la economía global se encuentra a lo mejor en modo automático, sin real piloto a bordo, y además sin instrumentos de navegación. Parece que nunca fue tan verdadera la famosa formula de Keynes cuando decía que “el mundo es gobernado por hombres prácticos, esclavos de algún economista muerto”. ¿Por qué se mantiene tal sistema de pensamiento? ¡Hegemonía nos dirían Marx y Gramsci! Lobbying y epistemicidio como lo vimos recién. Pero también por su coherencia nos sugiere el ensayista Pierre Calame21. Si bien hay muchas innovaciones y doctrinas alternativas dando vuelta, no se pudo superar todavía la coherencia aparente del paradigma ortodoxo que ocupa el paisaje intelectual con una teoría recorriendo de punta a punta el sistema, desde la racionalidad individual hasta los equilibrios macroeconómicos.
4. Una crisis latente y un equilibrio geopolítico inestable
Lo que nos enseña la historia sin embargo es que la economía no puede caminar infinitamente cabeza por abajo y con tanto impacto perturbador. Tarde o temprano realiza un retorno a lo político, de la mejor o de la peor forma, siempre en función del espíritu y de las correlaciones de fuerzas del momento22. Como lo señala el filósofo Patrick Viveret inspirado por la obra de Karl Polanyi23, el siglo anterior pagó lamentablemente este retorno con el altísimo costo de dos guerras mundiales y dos grandes hechos totalitarios. La tercera guerra global “no declarada” como la llama el Papa Francisco, sobre la tela de fondo de brotes nacionalistas y militaristas en los cinco continentes, nos remite otra vez a esta peligrosa encrucijada. Las respuestas brindadas a la espiral iniciada en el 2007 parecen demostrar que la comunidad política de los países industriales no quiere asumir por ahora una salida superadora de esta situación y que entramos en un periodo de crisis latente, con nuevos terremotos a la vista24. Tampoco vimos emerger una amplia convergencia internacional de movimientos sociales rumbo a una transición post-especulativa o post-capitalista. Es evidente que se amplifican las indignaciones y las críticas. Pero ningún actor en particular ha podido formular una alternativa de conjunto y federar ampliamente otros protagonistas.
Si miramos el marco multilateral, es cierto que este último, en particular el G20, había logrado actuar positivamente para limitar la propagación de la crisis financiera del 2007. Pero vimos también como este marco se reveló rápidamente restringido para emprender reformas más estructurales. Seis años después, el aparato financiero volvió a la ofensiva. La Unión Europea por ejemplo sigue todavía incapaz de elaborar una respuesta política concertada, sino la que consiste en refugiarse detrás del rol hegemónico de Alemania, aprovechando el marco de la crisis para aplicar medidas unilaterales de austeridad y de salvataje de los bancos25. Hoy, luego de haber ratificado decenas de proyectos legislativos que en gran parte no se están aplicando, el debate volvió por atrás bajo una nueva ofensiva de los actores financieros con el pretexto de poner un freno a la recuperación del crecimiento26. Pese a su posición geopolítica, el Eurogrupo no ha asumido su potencial rol de impulsor de reformas mundiales, quedando de algún modo encorsetado en su esquema de unificación de mercados como modalidad de integración regional.
La atención puesta sobre el G20 estos últimos años ha indicado otro viraje en la arquitectura multilateral heredada de la conferencia de Bretton Woods. Frente a un FMI y un Banco mundial fuertemente desgastados, el G20 ha vuelto a auto-convocar los actores de peso en la economía dentro de una tendencia que podemos denominar de privatización de la regulación macroeconómica27. Como lo señalan Joseph Stiglitz y Jean-Paul Fitoussi28 en sus propuestas dirigidas al G20, la dificultad para una instancia de coordinación como el G20 es que una vez transcurrida la convergencia de intereses para contener el mayor riesgo financiero, vuelven a primar los intereses particulares en un contexto de gran heterogeneidad económica y se diluyen las posibilidades de rupturas más profundas. En fin, un problema clásico del multilateralismo, situado en un periodo donde las potencias occidentales, particularmente afectadas por sus propios errores económicos, han perdido su hegemonía y tratan de reconsolidar sus cuotas de poder. En este sentido, el geopolitólogo estadounidense Zbigniew Brzezinski bien recordaba que sin una base geopolítica estable cualquier esfuerzo para realizar una cooperación global estará destinada a fracasar. No estamos muy lejos de esta situación hoy en la economía mundial, lo cual nos remite al punto mencionado más arriba sobre la falta de rumbo en la gobernanza mundial. El surgimiento de un mundo multipolar hace que las relaciones de fuerza en el plano económico ocupen un lugar más preponderante e incentiven una estrategias de endurecimiento de las potencias económicas29.
Algunos pensaban en un momento que el fin de los totalitarismos, de los nacionalismos integristas, de las grandes luchas ideológicas del siglo XX iban a permitir caminar hacia un mundo mejor. No fue así y la historia no se dejó encasillar en un relato único. Comprobamos hoy que los sistemas políticos y económicos están tan impotentes frente a los desequilibrios actuales como lo fueron aquellos en su momento que se dejaron llevar por conflictos fratricidas. Si bien estamos frente a un horizonte incierto, no quita que existen muchos elementos de desobediencias, ensayos, luchas y resignificaciones que contribuyen a transformar la economía aquí y ahora de lo local a lo global, inclusive la finanza. Estas iniciativas tienden justamente a reintroducir ciertos campos de la economía en el campo democrático y reconsiderarla a la luz de los objetivos de largo plazo en el siglo 21. A continuación, delinearemos brevemente algunos de los centros de gravedad y de convergencia que nos parecen los más significativos.
5. El aporte del multilateralismo y la necesidad de un debate amplio sobre la reforma de la arquitectura económica
Les propuestas formuladas por el Grupo de expertos de Naciones Unidas sobre la reforma del sistema financiero y monetario internacional en el 2009 constituyen una interesante base. Un eje principal vertebra estas propuestas: la economía global esta quebrada, hay una necesidad de salir de los arreglos momentáneos y liderar una ambiciosa transformación del sistema desde el campo financiero hasta el campo de la gobernanza global a favor de una mayor regulación (sin llegar tampoco a cuestionar los fundamentos conceptuales de la economía). La mayoría de las propuestas son de orden políticas y organizativas. Gran parte de ellas tienen que ver con las doctrinas, los grados de coordinación, la ingeniería institucional.
- Cuatro lineas principales se destacan (los complementamos por un micro resumen de los sub-ejes vinculados):
1. Visiones macroeconómicas y perspectivas globales: renovar las doctrinas económicas e incorporar la cuestión climática, reinsertarse en los objetivos de justicia social y solidaridad, diversificar el pensamiento económico, reducir las desigualdades, aumentar la protección social, reequilibrar la demanda agregada global y balances comerciales, reafirmar el rol de los bancos centrales, promover un nuevo sistema para facilitar el crédito, armonizar las herramientas existentes. - 2. Reforma de la regulación global y mejor estabilidad: reforzar y resignificar el rol de la regulación, romper el paradigma del too big to fail o del too big to be resolved, promover la resiliencia y la diversificación de la finanza, disciplinar las agencias de notación y fondos soberanos, afirmar el rol de la información como bien común en el control y la inteligibilidad del sistema, coordinar el seguimiento de los flujos de capitales transnacionales, integrarse con otras políticas de desarrollo, de préstamo y banca pública, ampliar la representatividad en las instituciones (FMI, BM), crear un Consejo de coordinación de la economía global (GECC).
- 3. Una nueva gobernanza de la economía global: fomentar un mayor grado de gobernanza global y de articulación de las políticas económicas, mejorar la transparencia y la coherencia, reducir las asimetrías, descentralizar los riesgos, coordinar mejor las políticas existentes entre instituciones, crear un nuevo régimen permanente de la deuda, establecer un fondo de estabilización o compensación de la volatilidad de los precios de materia prima, integrar la OMC en las Naciones Unidas, retomar los compromisos de Doha sobre el desarrollo (intercambios sur-sur, frenos al sistema de subsidios de países centrales…etc), reformar los tratados multilaterales para permitir una mayor protección de las economías emergentes.
- 4. Innovación financiera internacional: salir de la dependencia del tesoro estadounidense, creación de una nueva moneda de reserva global (o sistema monetaria de reserva global) post-ruptura del 1971 de la arquitectura Bretton Woods apoyada en el FMI o un nueva entidad, basarse y ampliar el sistema de Derechos Especiales de Giros del FMI para sostener el mecanismo de conversión/emisión a la moneda global, habilitar una tasa de cambio atractiva y el reembolso de prestamos en monedo global30, equilibrio de las balanzas y penalización de los excedentes de emisión, creación de un Comité de moneda y finanza en el directorio del FMI para orientar la emisión hacia objetivos de desarrollo, formalizar una asociación de la moneda global, armado de una corta internacional de la reestructuración de la deuda.
Se mencionan a veces algunos proyectos para aplicar tasas sobre los flujos financieros, pero sin llegar a ser del índole del impuesto sobre el capital propuesto por ejemplo por Tomás Piketty. Estas propuestas, retomadas luego por el Grupo de París y más orientada hacia el espacio inter-gubernamental del G20, son una base fértil para el debate. No obstante, como lo resaltaron por ejemplo las conclusiones de la sociedad civil en Francia en base al informe de la Comisión nacional presidida por Joseph Stiglitz31 y fuera de la posibilidad de implementación de estos lineamientos, existen importantes límites vinculados a la fabricación de propuestas por un cuerpo de expertos, la yuxtaposición de miradas y la falta de arraigo territorial. Remiten a otro tema esencial en nuestro asunto: la necesidad de llevar adelante un debate democrático a la vez más territorializado, diverso y articulado entre los temas, de lo local a lo global.
De hecho, la importancia de un amplio debate social sobre la economía, como eje de transformación del mismo esquema internacional, brilla paradojalmente por su ausencia en las propuestas del ámbito multilateral. Un economista del Sur global como Amartya Sen, gran promotor de una economía política, insiste en la posibilidad de refundación institucional desde las bases sociales, proponiendo que los pueblos deliberen sobre las cuestiones de interés general y naturalmente sobre las cuestiones económicas que muchas veces aparecen como intocables. Desmontar las evidencias, construir una dimensión mundial de la discusión económica, además de enfrentar muchas veces un encasillamiento a nivel nacional por las categorías conceptuales y mediáticas, es de por sí un eslabón débil para avanzar hacia otra economía. Varias redes transnacionales hoy contribuyen a construir luchas, propuestas e inteligibilidad sobre temáticas tales como el hábitat, la alimentación, la energía o la salud.
Cabe señalar que, a raíz del rumbo geopolítico tomado por Estados Unidos y de varias señales visibles en el comercio internacional32, nada augura por ahora que estas iniciativas puedan avanzar en el escenario multilateral33, en la OMC y a fortiori en las Naciones Unidas donde sabemos la dificultad de implementar reformas. Si la prolongación de la crisis ha fortalecido una tendencia al retorno activo de los Estados en el escenario internacional y la regulación económica orientada hacia un mayor contraciclismo, esto no se ha traducido por ahora en el impulso de un nuevo régimen de relaciones multilaterales. El llamado de varias voces civiles y de analistas, tanto en China, Rusia, Estados Unidos como en Europa, para que las potencias diseñen una nueva arquitectura geopolítica todavía contrasta con una realidad neorrealista y de bajo nivel de cooperación.
6. Las reformas en marcha desde abajo
En líneas generales, las perspectivas que los movimientos sociales y los pueblos están empujando para reformar la arquitectura económica conciben a la crisis económica como una faceta de una crisis civilizatoria más amplia, relacionada con las bases de la civilización moderna como lo mencionábamos al inicio. El imaginario transformador apunta a una resignificación de la riqueza, portadora de un nuevo modo de convivir en el planeta y entendida como un doble vehículo de paz o de guerra (cuando los intercambios exacerban la competición entre pueblos). Se afirma que hay frenar la hipertrofia monetaria, reduciendo el peso de las finanzas y reubicando la economía al servicio de los derechos colectivos y de los grandes objetivos de la comunidad mundial. Muchas corrientes, doctrinas y sensibilidades forman una trama hiper-heterogénea y sin conducción centralizada para la transformación de la economía mundial. Sin ahondar mucho en los detalles, nos parece muy útil delinear a continuación algunos horizontes que vertebran las dinámicas de cambio en marcha.
6.1 Nuevos movimientos sociales y escenarios de disputa política
El terremoto político iniciado en el 2007 ha dejado sin mucha margen de maniobra a los defensores de la democracia liberal de baja intensidad, a los países con matriz económica dependiente, así como también a los bloques regionales con incipientes estructuras de coordinación económica. Basta ver el desgaste de las fuerzas social-demócratas en Europa, el Brexit, el ensayo de reconversión del Mercosur en América Latina, los brotes populistas y nacionalista en Asia. El propio escenario político, como espacio común de disputa, esta pasando un profundo momento de debilitamiento donde surgen fuerzas imperialistas y reaccionarias34. Frente a esto, es imperativo generar una nueva oleada democratizadora capaz de devolver a la democracia un poder transformador. Y si tomamos en serio lo que resalta el sociólogo de Sousa Santos sobre el fenómeno de secuestro de la democracia, no cabe duda que esto pasa por descolonizarse de los poderes corporativos e internalizar una discusión más profundas sobre la democratización de la economía.
Este reflujo revela a su vez como una agenda económica transformadora no ha podido penetrar más a fondo en las fuerzas políticas centristas o emancipadoras. El ex-ministro griego Yanis Varoufakis lo señala en Europa con la marginalización de la idea de renta básica universal y lo que denomina como una rendición de varios sectores políticos al pensamiento único de la austeridad. En América Latina, varios proyectos políticos han chocado con los límites de una “revolución pasiva35”, sin poder atacar la matriz primaria dependiente o sus regímenes financieros y fiscales vetustos. También hubo un cierto déficit de análisis sobre la nueva fase imperialista montada sobre la estructura tecno-económica.
Los nuevos movimientos que han nacido justamente después del periodo post-2009, si bien no han logrado acceder a un esquema de poder, tienden justamente a interiorizar este horizonte, tanto en lo programático como en la experimentación directa, aquí y ahora. Varias formas de resistencias territoriales están y seguirán surgiendo, en estrecha relación con el eje que sigue, tendiendo a instalar a los territorios y las ciudades como un actor de transformación de mayor peso. En ese movimiento difuso desde abajo, existe claramente una búsqueda de nuevas herramientas económicas para disputar una agenda contra-hegemónica (nuevos indicadores de riqueza y bienestar, monedas locales y complementarias, sistemas de intercambio descentralizado, cooperativismo, desintermediación comercial, boicoteo de los bancos, comunicación contra-hegemónica…etc).
6.2 La transición biocivilizatoria y la vuelta de los territorios
Frenar el cambio climático es hoy unos de los temas de mayor consenso multisectorial en la agenda mundial. Si bien esta cuestión no escapa a la misma entropía multilateral que vimos antes, muchos actores y coaliciones sociales, incluso gubernamentales, la construyen como una narrativa de cambio radical del sistema de producción e de intercambio. En el seno de esta lucha, los territorios y sus esquemas económicos están apelados a operar una suerte de “gran retorno hacia adelante” en sus formas de organización. Es decir de adecuar un sistema de producción con condiciones físicas similares finalmente a las que prevalían en las épocas pre-industriales (escasez, ciclo cerrado y ahorro de materia, gestión de stock, redes de ciudad-estado). Lejos de ser una vuelta al pasado, se trata en realidad de un enorme desafío organizacional y conceptual reactualizado a los nuevos tiempos donde esta en juego la transición ni más ni menos hacia una civilización biocéntrica.
Esta revalorización de los territorios trae con ella una matriz económica más propicia a la integración productiva, la descentralización, la relocalización y también la participación social. Varias cumbres de ciudades y de actores no gubernamentales han resaltado la inseparabilidad entre las herramientas de lucha contra los cambios climáticos y el resto de las luchas temáticas36. Formulan también demandas para volver a poner la finanza al servicio de un vasto proceso de transición productiva, que no deja de lado la prioridad de inclusión y de derechos37. La moneda, la finanza y la energía tienden a ser concebidas como las tres facetas de una misma realidad. Si este movimiento de transición está todavía en sus albores, va creciendo y tiene el mérito de tomar la apuesta frente a un concierto de Estados que no solo generan incesantes contradicciones, sino que están muy lejos de hacerse cargo de las inconmensurables complejidades traídas por tal proceso de transición.
6.3 ¿Una nueva matriz de poder favorable a una economía descolonizada y recíproca?
Finalmente, otro eje más prospectivo pero desde ya transformador para nuestra problemática, tiene que ver con la relativa evolución de matriz de poder que estamos observando a nivel global. Esta matriz se encuentra históricamente jerarquizada por la competencia entre Estados y algunas organizaciones internacionales emanadas de ellos mismos. Tanto la intensificación de las migraciones humanas como la creciente conectividad global, los flujos económicos, la superposición de crisis multifacéticas y la convergencia sistémica de distintos retos mundiales, hacen desbordar esta estructura y siembran las semillas de un mundo más intersocializado. Es decir un contexto donde se erosionan las medidas tradicionales de potencia y de la soberanía estatal (como es globalmente el caso desde el 2001); donde las relaciones recíprocas entre sociedades y la acumulación del resentimiento deviene un factor determinante en las relaciones internacionales (el caso del terrorismo); donde las cuestiones sociales, económicas y interculturales se vuelven más importantes que las cuestiones militares y geoestratégicas; donde la integración regional y la cooperación entre unidades geopolíticas es la vía privilegiada de resolver los temas, solo para citar algunos ejemplos. Como lo vimos antes, la sed de poder y la presencia del Estado seguirán en el tablero por un tiempo largo y con ellos un régimen realista38 de tratamiento de las cuestiones globales.
Pero ya existe de hecho una diversificación y difusión de las fuentes de poder. En el campo económico, se fortalecen las experiencias de economía mutua, de desintermediación comercial y de economía popular. Las redes de la sociedad civil logran en distintos casos presionar a las multinacionales, participar en el sistema de normalización, denunciar y lanzar alertas. La misma geometría de las corporaciones ha cambiado hacia redes descentralizadas con el avance de un “capitalismo inmaterial” que de paso no deja de capturar formas emergentes de creación de valor. Crece la exploración del paradigma de “los comunes39” como forma asociativa de generar valor y regular bienes colectivos. Estas tendencias no serán suficientes para revertir las derivas del orden actual, pero suman al movimiento de resignificación aquí y ahora de la economía como un nuevo accionar ciudadano y político.